miércoles, 20 de marzo de 2013

La involución del español.



¿Qué pensarían si una persona les confesase que “mientras hacía cocretas un murciégaloha entrado en la cocina y asín tal cual se ha comido las almóndigas”?
Me permito suponer que probablemente habrían calificado a ese individuo como un inculto.
Desde que somos pequeños, en la escuela nos han educado y enseñado la importancia intelectual de un correcto uso de la gramática, ortografía y vocabulario.
¿Cuántos puntos os han bajado en las notas de Lengua por olvidaros de poner alguna que otra tilde, escribir mal una palabra o utilizar vulgarismos propios de campesinos del medievo?
Pues bien, esas clases no sirvieron para mucho. Pocos años después vemos como la RAE acepta muchísimos de los términos y formas gramaticales que en nuestra época eran “errores garrafales merecedores de un cero como un rosco”.
Hoy en día, la persona que enuncie la oración con la que he comenzado tiene consigo todas las de la ley (y las de la RAE) para afirmar que es una persona que ejerce un uso "correcto" y “culto” del español.
Permitidme que opine que estas nuevas incorporaciones al DRAE no son “evolución” sino “involución” del idioma. Dudo ser la única que piense que estamos cediendo ante mal uso de la lengua, y estamos dando por perdida la lucha hacia un uso adecuado y globalizado del español.
Ilustraré con un pequeño ejemplo la involución de la que os hablo. La RAE acepta indistintamente los términos “psicólogo” y “sicólogo”, para referirnos a aquella persona dotada de especial penetración para el conocimiento del carácter y la intimidad de las personas. Ahora viajemos hasta la etimología de esos dos términos: “psicólogo” procede de “phsyche” (alma) y “logos” (yo hablo), así que nos referimos a aquella persona que habla del alma, y extrapolándolo llegaríamos a considerar que se refiere al que habla sobre la intimidad emocional de las personas. De acuerdo, entonces “psicólogo” sí corresponde a la definición ofrecida por el DRAE.
¿Qué ocurre con “sicólogo”? Remontándonos al origen de la palabra, en primer lugar viajaríamos hasta Grecia, “sikotos” (hígado) y de nuevo “logos” (yo hablo). Entonces, por una simple regla de tres, vemos que “sicólogo” es aquel que habla del hígado, ¿no?
Quizá los honorables miembros de la Real Academia Española puedan ir indistintamente a un psicólogo o a un sicólogo cuando necesiten ayuda emocional. Pero dudo que las depresiones se curen hablando del hígado.
Afortunadamente, soy una de esas personas que se preocupó desde joven por aprender a hablar y escribir correctamente, que aceptó sus faltas y las corrigió. No sé si se me calificará de tradicional o antievolucionista pero seguiré escribiendo “más”, “sólo”, “psicólogo” y todos aquellos términos originales que en su día me inculcaron como correctos y cultos, y, como dirían mis maestros de lengua española, "merecedores de un diez como un camión".

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